sábado, 9 de mayo de 2015

Madrid Centro, una pocilga de colores

Eso es el centro de Madrid en estas fechas y con buen tiempo, un sumidero de porquería visual. Y no me refiero a la porquería propiamente dicha, que también la hay, me refiero a la insípida oferta consumista de la ciudad, a las calles atestadas de gente vulgar que no saben qué hacer con su tiempo, a los palurdos con chalecos amarillos en los que se puede leer el repugnante "compro oro", las infumables casas de apuestas repletas de tipos de mirada turbia y perdida, a la frivolidad de jóvenes disfrazados de payasos caminando con desdén y altanería con sus smartphones en la mano, a los mendigos tirados en el suelo como colillas, rodeados como están de cachibaches y basura y a veces de perros compañeros con el semblante triste y aburrido. Todo eso y mucho más, constituye el menú principal de una ciudad, que parece más un parque de atracciones para borregos que una ciudad propiamente dicha.


Sólo acudir en caso de emergencia o imperiosa necesidad...


La atmósfera reinante es por lo tanto asfixiante, alienante y alarmante. La triple A de un Madrid que se lleva la palma en zafiedad y en turismo zombi. Todo es cutre y cansino hasta la saciedad, y pasear por calles y avenidas se convierte en un verdadero coñazo y una prueba de fe y de paciencia, porque mientras que la mayoría parecen encantados y hasta eclipsados por la estupidez y el influjo babilónico reinantes, un servidor, tan sólo desea terminar con la mayor brevedad posible todas sus gestiones, para salir cagando leches de ahí. Esto, claro está, implica el ir esquivando y sorteando a decenas de empanados mentales que se arrastran con total parsimonia y dejadez, como si se encontrasen en una playa de ensueño de las Maldivas. Sin embargo, no están en una isla del Índico, pero si en un gran nodo del globalizado sistema depredador, caluroso y pegajoso, contaminado, ruidoso y cuajado de coches. En definitiva, un lugar asqueroso y aburridamente homogéneo. Un lugar que parece concebido para idiotas.


Estos mamarrachos suelen estar por todas partes. Nunca me han caído bien esta clase de fulanos ni los amos para los que trabajan. En cierta ocasión uno de ellos resultó ser marcadamente violento hacia mi persona.


Si uno decide movilizarse a la cloaca urbanita en vehículo privado, sólo conseguirá estresarse aún más, o bien perder directamente los estribos, como suele ser mi caso. La mayoría de los zombies no sabe conducir y son exageradamente torpes o culos, contribuyendo así a empeorar el tráfico. Si por el contrario nos decidimos decantarnos por el transporte público, las cosas tampoco mejoran significativamente. Desde que el poder neoliberal ha apretado un poco más las tuercas de su "Granja Humana", el precio de los billetes, tanto de suburbano como de autobús, ha crecido un 50%, por lo que desplazarse al corazón de babilonia puede resultar más costoso que en coche o moto. Además, en el caso del metro, se ha reducido la plantilla de trabajadores, y con ella el servicio ha perdido calidad y se ha deteriorado notablemente. Lo que antes equivalía a una espera de 3-4 minutos, ahora se ha convertido en una de 8-9, pues el número de trenes también ha menguado. Esto supone que vayan hasta arriba en hora punta y no tan punta, como si fuesen vagones repletos de ganado lanar, con las consecuentes y subyacentes incomodidades: atmósfera cargada y en ocasiones pestilente, aires acondicionados rotos, esperas en estaciones cada vez más frecuentes y la imposibilidad de sentarse, así como el riesgo asociado de poder contagiarse de virus y bacterias ajenas. Toda una atractiva y sugerente opción de traslado, como pueden ver.


No, no es una porqueriza. Es el metro de los madrileños.


Por lo tanto, al final, uno termina cogiendo el coche, aunque tenga que bajarse los pantalones hasta las rodillas para que los vampiros del ayuntamiento puedan seguir recaudando toneladas de euros gracias a sus ignominiosos parkímetros cada día, cada hora y cada minuto, esos postes fríos y tecnocráticos, enraizados por doquier. También aquí, han decidido joder todavía más al personal. Si antes bastaba con pagar, ahora la dichosa maquinita te pide hasta la puta matrícula y el horario se ha ampliado una hora más. Y que no nos cuenten milongas con la diferencia de tarifa en función de las emisiones de cada vehículo, cuando ninguno de los autobuses que circulan por la capital funcionan con gas natural, como rezan sus estúpidas y mentirosas pegatinas,o cuando falsean los datos de partículas contaminantes que miden las estaciones meteorológicas, o directamente, las cambian de lugar, como sucedió durante el reinado de Gallardón. Como pueden ver, es todo una estafa de proporciones ciclópeas, y al final para nada, pues Madrid no solo te chupa hasta el último pecunio, además,  mata lentamente.


Los jardines del buen Retiro, un lugar que en fines de semana, ahoga.


Mientras escribo estas líneas, ya estamos a sábado. Dentro de unas horas, uno de los pocos lugares que todavía conservan la pureza y la salud ambiental en la región, será invadido por miles de seres asfixiados, neo-esclavos que huyen precisamente del nicho urbano que pudre su salud y sus vidas de lunes a viernes. Estoy hablando de la Pedriza, santuario de vida entre semana, reconvertido en otro parque del Retiro más, los sábados, domingos y festivos. Quien decida, no obstante, ir durante estos días, se encontrará con una procesión de coches, y si consigue acceder, no encontrará la calma y el sosiego deseado más que en las alturas más escarpadas, acompañado por los buitres. 

Sé de lo que hablo, por desgracia, pues llegada la nueva semana, cuando por fin me dejo caer por aquellos parajes, no dejo de recoger plásticos, latas o botellas, como tampoco dejo de asombrarme con las nuevas pintadas que aparecen ensuciando las rocas graníticas y milenarias de lo que todavía es considerado un paraíso. Ni más ni menos que los desperdicios pre-humanos generados por otros desperdicios pre-humanos, los mismos que se pasean con la baba colgando, sin preocuparse de sortear los regueros de pis y porquería que a menudo se encuentran por las calles de la Montera, Mayor, Preciados o Gran Vía. Y no se preocupan, porque forman parte del mismo despropósito, del mismo caldo de cultivo infecto en el que un día decidieron convertir sus banales existencias. Despierten señores.

lunes, 4 de mayo de 2015

Liceo Francés de Madrid: Los años terribles

Esta mañana, ojeando la prensa en Internet, me he topado con una noticia que me ha llamado poderosamente la atención, merced a un remoto pasado personal, turbio y siniestro, que me conectaba indefectible e inevitablemente con dicha noticia. Y esta no podía ser otra que la del sempiterno y trágico, para quien ha de sufrirlo, Bullying escolar. Resulta que éste deja más secuelas que el propio maltrato de un adulto, a raíz de las conclusiones establecidas por una investigación reciente. Desgraciadamente, yo fui víctima de bullying durante varios cursos, y por qué no decirlo, también del maltrato de un adulto en el mismo colegio en el que padecí los insultos y las vejaciones de otros compañeros. Todo ello me coloca en una posición de privilegiada y experimentada víctima a la hora de dar mi opinión acerca de este drama social que ya se ha cobrado un sinfín de enfermedades y trastornos mentales, y también un buen puñado de víctimas mortales en este país.


Hoy, muchos años después, tengo la mala fortuna de vivir enfrente de otro repugnante colegio, cuya sirena parece la de un campo de concentración. El griterío de los niños y la puñetera sirenita no dejan de recordarme aquellos oscuros tiempos.


Para empezar, he de decir que yo nunca le tuve demasiada simpatía a los colegios. Desde la más tierna infancia, estos centros de adoctrinamiento mental al servicio del sistema capitalista, siempre me generaron temor y desasosiego. Jamás comprendí, porque no es natural, que un niño deba de permanecer encerrado en uno de estos lugares durante interminables jornadas, sin posibilidad de correr en libertad o de aprender mediante el uso de otras técnicas de enseñanza  más saludables y menos coercitivas que las que tratan de imponerse en el sistema educativo actual y tradicional. En mi caso, soy partidario de una educación basada en la experiencia in situ (trabajos de campo) y a ser posible en un entorno no artificializado, una educación que se incline en el entendimiento de las cosas antes que en su memorización forzosa y cuya evaluación sea contínua y no fundamentada en angustiosos e injustos exámenes o controles que generan gran ansiedad y estrés celular, a una edad en la que el estrés sólo debería de aparecer en los cuentos para adultos. Lamentablemente, esto no sucede así, y la consecuencia lógica ha terminado derivando en una educación desastrosa y a todas luces ineficaz, con  un elevadísimo índice de abandono escolar y unas cifras de acoso escolar en alza, para un problema que lejos de desaparecer, da muestras de estar cronificándose.

Todo esto, debieron de pensar mis pobres progenitores, se vería al menos mitigado en uno de los colegios con mayor prestigio del mundo, y en aquél entonces, los lejanos años 80, este era, al menos en la ciudad de Madrid, el Liceo Francés. 100.000 pesetas trimestrales de la época, suponían los honorarios que éste elitista centro de reclutamiento de futuros profesionales al servicio del sistema, demandaba por sus alienantes servicios. Recuerdo mi primer día, aunque sólo tuviese 6 años de edad, como el momento en el que una parte de mi infancia moría para siempre, y sentí una intranquilidad inquietante nada más bajar del flamante Ford Taunus de mi padre. La mañana era fresca, casi otoñal. Durante el trayecto que me conducía a mi nueva realidad, pude ver a través de la ventanilla del coche como un pastor jaleaba a sus ovejas en donde hoy se encuentra ubicado el centro comercial Dreams de la calle Silvano. Al instante, sólo desee caminar al lado de ese buen hombre, y me hubiere bajado del coche en marcha para unirme a él, de saber lo que me iba a deparar el destino.


Mapa del recinto carcelario. A pesar de todo, había una gran cantidad de espacios verdes, algunos de ellos apartados y solitarios, generalmente los más salvajes y tupidos, lugares donde uno podía escapar y rendirse al amor de la madre naturaleza para emanciparse momentáneamente del yugo.


Por aquél entonces, la M 40 todavía no existía, y los alrededores del liceo no eran sino campiñas, a excepción del barrio obrero de Canillas, al norte del recinto, y las pudientes viviendas del Parque Conde de Órgaz, en su vertiente sur. Extraña dicotomía la de este centro, ubicado entre dos mundos diametralmente opuestos y enfrentados.

De mis dos primeros años, apenas tengo recuerdos, pero lo que sé es que fueron tranquilos y hasta agradables. Llevé una existencia medianamente normal para un niño de mi edad, gracias también a los inestimables cuidados de Angelita, una señora mayor entrañable y voluptuosa y con un corazón aún más grande. Este período es el conocido como la “Maternelle” o último oasis de paz y tranquilidad antes del páramo de dolor y de quebraderos de cabeza que suponía el cambio de patio y el comienzo del final de la inocencia. Una inocencia interrumpida de manera violenta y desproporcionada. Fue en “huitíeme”, el equivalente a cuarto de EGB, cuando empezó mi particular transitar por las sendas del infierno. Un infierno que a los 9 años de edad, sin apenas defensas u experiencia de la vida, supuso una quemadura intensa y de tercer grado en la conciencia directa y más adelante una lesión permanente en el subconsciente. Resulta fascinante la capacidad de un niño para olvidar acontecimientos traumáticos a esas edades, pero el tiempo no perdona y tarde o temprano, la mierda acaba por aflorar. Quizá, cuando ya es demasiado tarde o quizá cuando el culpable ya se encuentra lejos y a salvo de sus propios crímenes.


Estos jardines, separaban el segundo patio o "L'école elementaire" con el tercero o "Collège". Siempre pensé que más allá me esperaría una pubertad fascinante, con chicas y pandilla de amigos, cada vez que los vigilantes nos impedían aventurarnos más allá de la enfermería. Nada sucedió como esperaba. Mi último y mejor año fue una extraña anomalía entre dos períodos lluviosos. Tenía 10 años.


“Volar por los aires”, hubiere sido un interesante título para la película que me tocó protagonizar una y otra vez durante aquél interminable curso, en el que la educación de 30 niños fue puesta en manos de un tal michel, un enfermo mental, por no decir un perfecto sádico o un hijo de la gran puta pelo cepillo rubio, de unos 35 años, de gesto acartonado y mirada turbia. Y digo volar por los aires, porque no había semana en la que este sujeto no me levantase por el cuello de la camisa y chillase a 10 centímetros de mi rostro, para terminar lanzándome por los aires sin importarle el donde o el cómo aterrizase. El espanto se adueñó de la pequeña comunidad infantil en pocos días, y las sonrisas y despreocupada algarabía propias de la edad, dieron pronto paso a un silencio espectral dominado por el pánico, sólo interrumpido por los alaridos de aquél sujeto y los lloros de los más débiles. Nunca sabré por qué terminé siendo su favorito, pero al menos, y sin quererlo, serví de chivo expiatorio y le ahorré un importante sufrimiento a muchos otros compañeros, que respiraban aliviados cada vez que este cabronazo decidía sacarme a la pizarra (todos los días), para darse un festín de inusitada maldad. Jamás olvidaré un día que confirmó la excepción a la regla. Era un día oscuro, de nubes amenazadoras, y el tipo daba más miedo que nunca. Me llamó para que saliese a solucionar un ejercicio de matemáticas y, milagrosamente logré soltar el miedo por unos instantes, resolviendo la suma. Me giré para esperar su reacción, se hizo el silencio más penetrante y mirándome divertido soltó un "Tu as eu de la chance aujourd'hui". ¿Se puede ser más hijoputa?

Cómo es lógico, el miedo bloquea a un ser humano, y si éste es además un pobre niño, el terror acaba dominándole por completo. Sólo así se explica que durante casi un año, ninguno de nosotros tuviésemos el coraje o la valentía necesaria para comunicarle estos imperdonables agravios a otros adultos, entre los que se incluían, por supuesto, nuestros propios padres. Y de ello, este cabrón desalmado era perfectamente consciente, pues se encargaba de meternos la peor de las dosis los viernes por la tarde, justo la víspera del fin de semana. Con esto se aseguraba el dejarnos lo suficientemente traumatizados hasta el lunes de la semana siguiente. Aún recuerdo a más de uno orinándose de miedo antes de aquellas fatídicas horas de 3 a 5 de la tarde, nada más oír la sonnerie.


La violencia física y verbal fueron, como no podía ser de otra manera, en aumento, acompasada seguramente con el creciente desequilibrio mental del ignominioso personaje. Hacía mediados de mayo, la situación alcanzó un punto álgido, cuando su objeto fetiche, es decir, yo mismo, fue arrojado al suelo y pisado en la cabeza por su bota, mientras decía “duerme ahora que toda la clase te ve”. Sólo recuerdo sentir una enorme presión sobre mi cabeza y las lágrimas en el rostro de Andrea, la alumna más brillante de aquél desafortunado grupo, que veía en primera fila y con impotencia cómo su compañero más vulnerable y débil era humillado y vejado por un adulto, que a priori, debía de velar al menos por nuestra integridad fisica mientras él estuviese al cargo.

Pero no terminaban aquí las extravagancias de este profesor. Poco después decidió lanzarle a la cara a uno de mis mejores amigos, Gorka, todo un ramillete de llaves, una verdadera arma arrojadiza de considerable peso y dimensiones, que fueron a impactar directamente en su rostro, provocándole una copiosa hemorragia nasal. Además, durante todo aquél curso y seguramente con objeto de dulcificar su implacable y violento trato, fuimos obligados a cantar en alto el cumpleaños feliz de cada uno de nosotros en árabe, francés y español, para después salir a la palestra y plantarle un beso al monstruo. Todavía recuerdo la acidez que desprendía su sudada tez morena, el orificio de su mentón y la montura de aquellas gafas de pasta que le hacían la cara aún más cuadrada y el gesto más hosco. En cualquier caso, aquella maquiavélica ceremonia ponía de manifiesto la retorcida personalidad de este hombre.

A raíz de aquellos acontecimientos, parece que la situación empezó a escapársele de la manos al criminal de niños. Poco después, anunciaba su marcha a Francia, a otro liceo, lejos de nosotros, pero cerca de nuevas víctimas. Hoy sé que fui su víctima predilecta, y el único motivo que él podría esgrimir para justificarse, es que yo “estaba en la luna”. Quizá no estaba en la luna y sólo construí una realidad alternativa paralela a mi pesadilla. Quizá sólo era un niño con demasiada imaginación y con un déficit de atención derivado de la misma. En cualquier caso, esto carece de importancia. El sistema trata de uniformizar. Antes, a los niños “especiales” se les marginaba, se les hacía pasar por idiotas o inferiores y en el peor de los casos, se les agredía. Hoy, todo aquél que presenta una particularidad, ya sea un déficit de atención o una hiperactividad, acaba siendo medicado o tildado de enfermo. Lo que nunca sabrán o prefieren no saber, es que estas particularidades o excentricidades en el comportamiento de un niño, son los rasgos de una personalidad artística o de una sensibilidad especial.

En cualquier caso, ambas facetas inherentes son enemigas acérrimas del sistema y del orden de valores imperante en la sociedad, a tenor de lo que puede verse en este mundo de mierda que hemos creado a pulso y a conciencia. En mi caso, no sé qué hubiese preferido, si antidepresivos o palos. Tampoco pude elegir.




Pasamos entonces a la segunda etapa de mi paso por el Liceo, un año extraño o sabático (5 de EGB) o el equivalente a septième (en el sistema francés el orden es regresivo y sólo coincidía “sixième” con sexto de EGB) en el que pude experimentar de nuevo la calma tras la tempestad. Aquél año hasta tuve mi primer amor, y consolidé lazos muy profundos con algunos amigos. Esto no es de extrañar, después de pasar una experiencia que nos despertó a los rigores de la vida y el infortunio mucho antes de tiempo. Pero la maquinaría escolar dio otro giro de tuerca más: sin casi darme cuenta, había estado convaleciendo del espantoso año anterior y apenas volvía a ser feliz, cuando llegó septiembre de 1992 y el momento de abandonar primaria y de abordar la secundaria o “Collège”. De nuevo, cambio de patio y de edificio, pero esta vez, compartiendo hábitat con los mayores, es decir, hasta troisième o el equivalente a primero de BUP. Es durante estos 4 años cuando me toca sufrir el bullying. Para un chavalín poco desarrollado para su edad, con gafas de culo de botella y una timidez y seguridad en sí mismo que ya venía mermada y vapuleada, el panorama se anunciaba desalentador y muy oscuro. 

Para colmo, el nuevo patio contemplaba nuevas normas. Se terminaban los tiempos de la clase única y de las amistades enhebradas durante los años anteriores, pues automáticamente fuimos separados y además las asignaturas se celebraban en aulas diferentes, independientemente de la clase o curso, surgían las taquillas y también el caos de los primeros días, todo ello rodeado de cabezas más altas que la tuya. Tuve la mala suerte de recalar, como no podía ser de otra manera, en la peor clase de todo el curso.El primer recibimiento fue una agresión con un palo, cuyo impacto me dejó seriamente lesionada una mano durante un tiempo.

A partir de entonces comenzaron 4 años de acoso irregular por parte de algunos matones imberbes. Mi suplicio, por lo tanto, empezaba desde primera hora, para no terminar hasta las 6 de la tarde, hora en la que, en plena oscuridad, salíamos del centro con una mochila más grande que nuestro propio cuerpo, cargados de una interesante dosis de deberes obligatorios que en ocasiones se prolongaban hasta la medianoche. Porque,  si no le he comentado con anterioridad, la carga lectiva que tuvimos que soportar era verdaderamente extraordinaria y absolutamente desproporcionada, y la competitividad que la institución pretendía inocular en los alumnos tan sólo fagocitaba aún más el temor al fracaso y la ansiedad resultante de dicho temor, en quienes no supimos o pudimos adaptarnos al nivel requerido. Durante aquellos años no sólo tuve que lidiar con amenazas y vaciles, también tuve que sobreponerme y sacar adelante toneladas de mierda lectiva. Muchos años después volví a toparme con uno de los tipos que me vacilaba y resultó ser un tipo totalmente transformado y hasta diría que buena persona, porque hasta él terminó marchándose antes de tiempo, medio expulsado, y probablemente le llegase su via crucis particular en otro centro. La ley del Karma, claro está.


Zonas ajardinadas próximas a la puerta 4 o entrada principal. Por aquí deambulaba yo en la época final, buscando la tranquilidad que me ofrecía el canto de los gorriones y el sol primaveral reflejado sobre los rosales.


Podría decirse que en las postrimerías de aquellos años, antes de dar el salto definitivo al último patio “Lycée” (segundo de BUP hasta COU), ya soportábamos una intensidad académica sólo comparable con el nivel exigido en una universidad. Y he de ser claro si afirmo que para alcanzar este nivel, es necesaria una tranquilidad y una seguridad en uno mismo también al más alto nivel, algo que en mi caso, brillaba por su ausencia. De lo contrario, el fracaso estaba más que asegurado.

Sin saber muy bien cómo (y tras unas terribles neurósis obsesivas que padecí durante el estío, de resultas de la presión académica y los abusos, y que recuerdo con verdadera angustia) logré acceder a segundo de BUP o séconde (el patio de los más mayores o patio final), sumido en un estado psicológico deplorable, y es aquí donde el despropósito alcanzó sus más elevadas cotas. Para empezar, fui a caer en la peor clase de la historia del liceo (130 avertissements) o avisos graves, acumulamos entre todos en la conocida 2º 7. Hasta el Proviseur, cargo inmediatamente superior al de director y virrey de todo el complejo (vivían y viven dentro del liceo), tuvo que personarse en clase para intentar atajar, infructuosamente, el brote de rebeldía que parecía haberse adueñado de todo el grupo: Burlas a profesores, algún vandalismo que otro y salidas de tono agresivas, aderezaban un nivel académico exigido que por aquél entonces, ya estaba a años luz de mis posibilidades en aquél momento, pues se esperaba de nosotros que con 15 años ya fuésemos capaces de hacer recensiones perfectas de las obras literarias más importantes de la literatura francesa, las famosas “Dissertations”. Jamás logré sacar más de un 3.

He de admitir que toda aquella mofa concentrada hacía el sistema educativo, realizada con más o menos arte por mis compañeros de aquella histórica clase de 1997, me supuso unas buenas dosis de carcajadas, y hasta contribuí en algún altercado, justo en el momento en el que comenzaba a pegar el estirón. En cierto modo, fue un soplo de aire fresco después de tanta basura.

Llegó, por lo tanto y como era de esperar, el hundimiento académico y tuve que repetir curso. Mi último año en el Liceo, 1998, fue la consecuencia final de una suma de injusticias, un socavado amor propio y el recuerdo de la indiferencia y marginación más completa durante años por parte de muchos, a excepción de unos pocos amigos, aunque he de reconocer, que al final salí mejor parado de lo que pensaba. De aquellos pocos amigos, tan sólo he mantenido amistad con uno de ellos, mi amigo Jorge, hasta el día de su trágica muerte en República Dominicana hace casi dos años. El también padeció, junto a mi, a nuestro particular monstruo de la infancia. Vaya desde aquí, el recuerdo a mi amigo.

1998 Fue también la época en la que la crueldad de un sistema educativo que en ocasiones parecía casi niestzcheano, estaba alcanzado su climax, (pocos años después, lo alcanzaría, hacia el 2000, y al parecer hubo graves altercados con la llegada de una directora rubia muy autoritaria) y caía con aplomo sobre un personaje rebelde, con causa y hastiado, pero indiferente y al cual ya no le importaba absolutamente nada. Merced a un incipiente pero notable desarrollo físico y muscular, hay que decir que trabajado, por fin dejaron de importunarme, y hasta hice algunas amistades, con ese rollito de ser el repetidor. Me dejé crecer el pelo exageradamente y adquirí una actitud huraña, haragana y mofesca, perdiendo totalmente el interés por todas las asignaturas y por mi propio destino. En cierto modo, fue una especie de redención, pues ya no me veía obligado a rendir cuentas ni a esforzarme un ápice por nada ni por nadie, en un lugar que, además, me había sido hostil desde que puse un pie en él. Me había ganado mi salida de aquél infierno y ya sólo tenía que mantenerme en espera de la expulsión definitiva o lo que educadamente prefirieron llamar “reorientación al sistema educativo español”.





Pero como digo, fue entonces cuando toda la crueldad de los profesores (a excepción del monstruo) parece haberse concentrado hacia mi persona, lo cual, como digo, me resbalaba sobremanera. Por lo general, en varias materias era directamente expulsado al patio, antes de que hubiese comenzado la clase, en un ejercicio de segregación social o apestamiento público sin precedentes. Esto sucedió varias veces en la asignatura de ciencias económicas, lo cual me otorga especial mérito y profunda satisfacción el empezar a demostrar mi desprecio hacía la babilonia financiera desde tempranas edades.  

Otros, como el tutor del curso y profesor de francés, el gurú de las infumables dissertations, un tal monsieur Guichard o Guicho, una especie de cerdito acobardado y sudoroso, optaban por entregar los exámenes en un orden decreciente en las calificaciones, dejándome a mí para el postre final. Llegado el momento, arrojaba con desprecio el examen sobre mi mesa y se le llenaba la boca con un denigrante y bonito discurso acerca del futuro miserable que me esperaba. En una ocasión, me obsequió con un “tu futuro te espera debajo de un puente”, y se quedó tan ancho el desgraciado, mientras yo le miraba con sorna y fijamente a los ojos, curtido como estaba ya por años de sucesivas infamias. 


A partir de 1995, si mal no recuerdo, decidieron incorporar en las notas una gráfica, en la que se veía el nivel del alumno con respecto al del resto de la clase. Otra degradante frivolidad más, por si no había ya suficientes. 


Sin embargo, aún hay más, y esto sí que forma parte de un recuerdo para enmarcar en los anales de la frivolidad más obscena. El día en que se me comunicó que iba a abandonar el centro, fue el propio director de estudios, un soplapollas conocido como M. Roca, quien me ofreció la posibilidad de pasar de curso, nada menos que a “première”. Asombrado, y sabiendo ambos que repitiendo curso había suspendido absolutamente todo, exceptuando Lengua y Literatura castellana (la única profesora, Arevalillo, que supo valorarme y defendió en las postrimerías de mi salida del liceo), le pregunté que como era eso posible. Su respuesta fue que no les importaba que pasase de curso y que de este modo terminaría hundiéndome por completo. Afortunadamente, pude elegir, y la alternativa pasaba por un aprobado general y perder de vista aquella cloaca y a aquella gentuza para siempre.



Mi carta de libertad, que os muestro con gran orgullo y satisfacción.


El último día, y sin saber por qué, se me ocurrió subir al despacho de aquél profesor regordete y sudoroso que intentó humillarme en tantas ocasiones. Acudí al él con el semblante templado, propio de un hombre recién liberado, y le tendí la mano. Me miró con desconfianza y, tembloroso y no menos sudoroso, sólo pudo decir “Bonne chance” al tiempo que correspondía a mi cortesía con un asqueroso, húmedo y febril apretón de manos. El muy capullo, me había cogido miedo, y yo, salía del liceo convertido en un nuevo capullo. Me esperaban los maristas y los curas champanianos, pero eso ya es otra historia, que seguramente también contaré.



viernes, 24 de abril de 2015

La encuesta de la vergüenza

De nuevo una entrada acerca del tremendo drama social que aflige al país, pero esta vez nada tiene que ver con los desahucios, la corrupción o el descrédito de una clase política maquiavélica y sierva del poder financiero. Esta vez, tiene que ver con la raíz maldita o génesis de todo el despropósito que campa a sus anchas en este país de pacotilla y mofa sin límites. Y esa base, como no podía ser de otra forma, es la ausencia de cultura, y lo que es aún peor y viviendo en la sociedad de la información, es que esa falta de cultura sólo puede venir de la ignorancia deliberada o de la zafiedad más obscena.

Anoche, ojeando la prensa sistémica, vi una noticia que me dejó perplejo incialmente, y hundido y desesperanzado más tarde. Resulta que una reciente encuesta, para ser precisos, la VII Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología realizada a 6000 sujetos, revela que el 25% de los españolitos de a pie creen firmemente que el sol, nuestro flamante astro, gira alrededor de la tierra. Egocentrismo supino, oigan...uno se creería viviendo aún en plena edad media, en el oscuro siglo X u XI, cubierto de harapos malolientes, luchando por sacar una carreta tirada por bueyes atascada en un lodazal, mientras trata de llevar un quintal de lana de oveja a cualquier feria local o regional. Sin embargo, el tiempo de los señores feudales, de los diezmos y los derechos de pernada, quedó inexorablemente atrás, y hoy no se transita por caminos cuajados de malhechores y proscritos, sino que existen modernas autopistas, centros comerciales equipados con todas las comodidades y teléfonos inteligentes que te dan los buenos días al encenderlos cada mañana. 


Sería deseable que el sol se convirtiese prontito en una enana roja, antes de explotar y limpiar del mapa galáctico tanta estupidez concentrada y combinada.


Tampoco el auge de la galaxia internet y la consolidación de la globalización en la llamada (mal llamada) "Sociedad de la Información", parecen haber dilapidado semejantes herejías científicas, lo cual nos indica de que algo no va demasiado bien en este sistema capitalista, por si no hubiere ya suficientes indicadores a diario y por todas partes de que este sistema no es sino una metástasis cancerosa que amenaza con destruir la civilización humana, o cuanto menos, hacernos retroceder a aquellos tiempos en los que los monjes y eruditos escapaban de la barbarie refugiándose en iglesias y monasterios, tratando de conservar lo poco que se salvó tras la caída del Imperio Romano Occidental. No se engañen, si piensan ustedes que algo ha cambiado desde entonces, se equivocan.




La otra perlita de la encuesta realizada al iletrado populacho, arroja cifras y evidencias de embrutecimiento colectivo aún más preocupantes: "El 30% de los españoles cree que dinosaurios y humanos convivieron en el pasado". Teniendo en cuenta que los lagartos terribles desaparecieron hace unos 66 millones de años y que los supuestos, y digo supuestos prehumanos, surgieron hace apenas 3 millones de años (queda aún por descubrir si el eslabón perdido que existe entre el Homo Erectus y el Homo Sapiens, no es sino una intervención alienígena hace unos 450.000 años, que hibridó al homínido bípedo con los de su misma raza de Annunakis, con objeto de crear una nueva especie de esclavos, el hombre, en cuyo caso, y remontándonos a la Sumeria de Zecharia Sitchin y sus famosas tablillas, estos últimos hubieren realizado un gran trabajo, pues nunca el hombre fue más esclavo que hoy que por fin se cree libre), el desfase parece insalvable e imperdonable. De película de terror, vaya.


Ha quedado patente, gracias a diversos estudios científicos, que humanos y dinosaurios jamás convivieron bajo el mismo cielo, sin embargo, lo que resulta innegable es que el hombre de Neandertal todavía nos acompaña en pleno siglo XXI...


Tras tales deliberaciones, uno no puede hacer ya mucho más, y resulta lógico y hasta sano, escapar con cada vez más frecuencia de una civilización compuesta en su base por zoquetes, que queman las pocas neuronas que les quedan en el ocio y el esparcimiento diseñado para la neoplebe, en el que el rey de la baraja no puede ser otro que el repugnante espectáculo del fútbol, siendo éste el verdadero parche de morfina que les hace a todos los borregos más llevadera su ya pesarosa y encadenada existencia. Porque no hay peor herrumbre carcelera que la fabricada por la mente. Una mente tóxica, que lo es merced al vómito desinformativo y la manipulación y el control de los instintos más básicos desde la más tierna infancia (época en la que el humano de 3 años muere, o más bien le hacen morir, para dar paso al hombre vulgar, programado e institucionalizado). 





Muchos pensarán que exagero, pero sólo es necesario recorrer unos pocos cientos de kilómetros en dirección sur, o unos cuantos miles en cualquier dirección, para salir de la zona de confort del primer mundo y toparse así con el infierno sobre la faz de la tierra, la miseria, la opresión y la injusticia más clamorosa, subproducto de la mala praxis de esta "civilizada" burbuja occidental. Y si les da pereza, sólo tienen que dejarse caer por cualquier playa gaditana, y con algo de mala suerte se toparán con algún fiambre de color, que se ha dejado la ilusión y la vida en el estrecho a manos de cualquier mafia, para escapar de la pesadilla que unos pocos le han generado al resto de la humanidad. 

Papá estado, ese monstruoso Leviatán frío y sin escrúpulos, sicario de las corporaciones transnacionales, seguirá mientras tanto encantado de administrarles la cultura y la libertad, en la medida o dosis que considere oportuna, pero siempre en función de los intereses y oscuros propósitos de sus demoníacos patrones. El Antiguo Régimen ( Iglesia, Monarquía y Banca) nunca desapareció y hoy sigue más vigente y poderoso que nunca (Orden de los Jesuitas, Caballeros de la Orden de Malta, Sionismo Financiero Internacional), camuflado bajo la máscara del ignominioso poder político. Mucho cuidado con esta soberana estafa. El que avisa no es traidor..y no voy a seguir, porque esto es más de lo mismo y ya me aburre soberanamente. Buenas tardes a todos, y por favor, déjense de champions league, cojan un buen libro y sobretodo, no dejen que otros decidan por ustedes. Aunque sean tipos con coleta de impecable oratoria. Acracia colectivista ahora y siempre.


lunes, 28 de julio de 2014

Amazonia, última llamada

Extraordinario documental en 10 capítulos del año 1999, provisto de un excelente y emotivo pulso narrativo, que se adentra en las múltiples realidades y amenazas medioambientales que enfrenta el verdadero Brasil, ese que casi nadie conoce, alejado de estúpidos mundiales, carnavales, paseos turísticos por el Amazonas o ciudades mugrientas y cada día más deshumanizadas. Entretanto, 5 lustros después, la globalización de la estupidez humana se ha consolidado, y el bosque tropical, aún rico en sabiduría y riqueza ancestral, sigue retrocediendo inexorablemente, en un pulso continuo entre el hombre y la naturaleza.





viernes, 25 de julio de 2014

Qatar 2022: Esclavitud, muerte y estupidez occidental

Circo diseñado para la neoplebe occidental, financiado y organizado por los de siempre, pero apoyado a la sazón por su anfitriona, una dictatorial, retrógrada y sanguinaria monarquía absoluta: Catar. El resultado de este cóctel tras bambalinas es un espantoso drama humano de miseria, violencia y esclavitud en su más puro estilo clásico.

Desde el inicio de las obras de instalaciones y edificios deportivos, la pesadilla del fútbol se ha cobrado la vida de 600 trabajadores, casi todos nepalíes, en un tránsito de la muerte Nepal- Delhi-Qatar que les lleva a trabajos extenuantes al sol, no pagados,  sin apenas comida, sumidos en condiciones insalubres y deplorables, y por si todo esto fuera poco, a merced de los golpes y amenazas de sus patrones. Ver para creer, en el infierno en la tierra..




Y esta, la otra cara bonita de la moneda, la que le venden las corporaciones al borregomátrix occidental..





lunes, 21 de julio de 2014

Pablo Iglesias Versus "La casta"




La Bilderberiana Aguirre se defiende en este debate como gato panza arriba, haciendo gala de una hipocresía nauseabunda que subyace forzosamente con los datos objetivos que le escupe un brillante y pródigo como siempre, aunque insólitamente chulesco, Pablo Iglesias. Los que caigan en el juego sucio de los sátrapas que nos gobiernan, que señalan la paja en el ojo ajeno antes de reconocer la viga en el propio, haciendo demagogia destructiva a PODEMOS con el Régimen Castrista, sometido a bloqueo por el perrito faldero del internacionalismo sionista que gobierna en la sombra (EE.UU), o, tratando de hermanar o relacionar el partido de Iglesias con la banda terrorista ETA, como hace el obtuso y plomizo Eduardo Inda, sólo tienen que echarle un vistazo a estos dos otros vídeos. Si algo tienen de bueno los fascistas, es su estupidez: con estos debates televisivos sólo conseguirán cavar su propia tumba política y que el reciente PODEMOS siga subiendo como la espuma.






No conozco a Pablo Iglesias, no sé que sucederá realmente si llega al poder, pero jamás me opondré a un "populista" si con ello conseguimos salirnos del euro ,o al menos se promueve una auditoría de la ignominiosa deuda, por desgracia de donde no saldremos es del yugo del Nuevo Orden Mundial y de su distópica tecnocracia, auspiciada por instituciones sectarias, secretas y completamente antidemocráticas, a las cuales pertenecen o son invitadas con regularidad personas como Esperanza Aguirre (Grupo Bilderberg). Por desgracia, a España terminaría sucediéndole algo parecido a lo que le sucede a Cuba o a Venezuela, aisladas en el concierto internacional, rodeadas de enemigos y convertidas en campo abonado para todo tipo de tropelías financieras y conflictos bélicos urdidos por las cloacas del sistema. Es posible que PODEMOS nos lleve al desastre, pero el desastre está igualmente servido, y ya pocos países, "democráticos" o no (el capitalismo no entiende de democracia, para el ente es un concepto vácuo y sacrificable..), resisten el inexorable avance de la tiranía capitalista global. Creo que en su fuero interno, Pablo Iglesias sabe que la lucha, a escala global, está prácticamente perdida.


"Si no estas conmigo, eres bolivariano, castrista y etarra"


No bastaría sólo un país, España, sino todos los pueblos del mundo alzándose al unísono contra el terror, la eugenesia, la miseria y la esclavitud que la élite financiera globalista pretende imponer. Ya lo dijo Zbigniew Berzezinski, cofundador de la diabólica Comisión Trilateral: "El auge del populismo es un escollo para la implantación de un gobierno único".

Pase lo que pase, se avecinan tiempos turbulentos.


sábado, 5 de julio de 2014

Nada nuevo bajo el sol 3: Turismo Zombi

O vacaciones zombi, lo mismo da. La granja humana de neo-esclavos occidentales está de enhorabuena. Llegó el verano, y con él, la esperada e incómoda para muchos "Operación salida" (término tan absurdo o más que otras ridiculeces, como la denterosa para los oídos "operación bikini", por poner sólo un grotesco ejemplo del imaginario colectivo zombi). Este estúpido fenómeno, consiste en el pertinente vaciado de las celdas-nicho urbanitas y el consiguiente transporte u autotransporte de sus inquilinos, decenas de millones de borregomatrix, hacia sus lugares de veraneo y descanso estival, tras meses de explotación y tóxica existencia, en los execrables y cada día más deshumanizados y tecnocráticos nodos urbanos.


Playa de Levante, Benidorm. Personalmente, bauticé este lugar la playa Tutti Fruti, por resultar la más pródiga en ingredientes que jamás caté con los dedos de los pies: infinidad de  colillas, chapas de latas y otras porquerías ensuciaban con vileza la arena. A este tipo de engendros me refiero al hablar de playas urbanas, playas con sus correpondientes e inmediatas filas de torres u otros edificios, que cumplen su función de segunda residencia,. Inmuebles colosales que parecen mantenerse vigilantes, como si de esta forma, recordasen constantemente a sus moradores el infierno del que proceden..o en el que ya se encuentran...

Benidorm quizá sea el caso más llamativo, pero pueden darse una vuelta por Altea, Torrevieja o Fuengirola, antaño paraísos, hoy, roídos hasta el hueso por la codicia y la estupidez humana. 


Lo cierto es que escuchando la radio esta mañana, no he podido evitar el soltar una estrambótica carcajada al escuchar que las colas de facturación con destino Cancún en el Aeropuerto Internacional Adolfo Suárez (antiguo aeropuerto de Madrid Barajas, rebautizado por la casta en honor al casposo y fallecido artífice de la transacción franquista en este país de broma y pandereta), sobrepasaban la puerta de la propia terminal.

A un servidor, acostumbrado a huir de los circuitos turísticos y de las aglomeraciones, hecho ya a hollar la belleza del planeta a través de intrincados y apenas conocidos caminos, senderos o rutas, o directamente abonado a la exploración y posterior descubrimiento de ocultos paraísos que aún permanecen a salvo de la infamia y demoníaca globalización capitalista, todo este despropósito vital, todas estas existencias sistémicas que parecen estar siendo tiradas a la basura y al pozo de la oscuridad existencial, le sugieren una mezcla de sorna y desprecio inicial, seguidos de una inevitable y profunda lástima, que sólo se ve mitigada en sus efectos por el intenso sentimiento de libertad que produce la inevitable comparativa de ambas realidades.


Andrés Rabago " El Roto". Uno de nuestros genios contemporáneos, capaz de ilustrar siempre a la perfección aquello que pienso acerca de la deriva real de este mundo.


Y es que la mayoría de todos esas personas, sean ignorantes o inconscientes, abandonan sus tristes nichos hormigonados, homogéneos parques y cloradas piscinas, para invadir por igual playas urbanas o semiurbanas escoltadas por rascacielos y abyectos bloques de viviendas, cambiando sus grandes superficies comerciales, sus bancos y concesionarios de la meseta, por otras franquicias de la misma índole que se propagan como la peste por todo el litoral. En definitiva, salen de las metrópolis para suicidar sus días de descanso en sus hermanas menores, es decir, ciudades copia de las primeras, pero a pequeña escala. 


La optimización de lo horrendo. Es verdad que se salva el color del agua, pero flotando sobre su superficie, cuando se nada en el mar, uno percibe un extraño olorcejo en el ambiente, que va y viene, que viene y va..


Otros grupos de zombies, nada desdeñables en cuanto a proporción se refiere, deciden cruzar los cielos apretujados en vuelos charter destino el Caribe clase B, con el fin de dejar caer sus deteriorados cuerpos en los clásicos y cutres resorts de pulsera y animadores de pacotilla. Allí, apoltronados en sus micro burbujas caribeñas, se atiborran de alcohol y comida, rodeados como están, sin saberlo, por la miseria y la delincuencia absoluta de apocalípticos escenarios tercermundistas, que poco o nada tienen que ver con las idílicas imágenes de playas privadas con cocoteros que les vendío la touroperadora de turno en su día. Todo obsceno, claro está, y sujeto al mayor de los desequilibrios, pero así se las gasta este sistema de mierda basado en la economía especulativa, en la economía de la muerte y de la supervivencia a cualquier precio, pero mucho antes de esto, basado en la estupidez de quienes sin saberlo, la sustentan a ella y al subsiguiente y pernicioso subproducto que genera a diario. Este es el mundo que nos contempla, señores, también en verano.

Y yo me pregunto: ¿Constituyen estos sin sentidos una desconexión eficiente de las alienantes dinámicas sistémicas que afligen a las clases de neo-esclavos? A todas luces, no. Es por ello que muchos, tras regresar a sus lugares de origen afirman "no haber descansado". Otros, más optimistas, o tal vez más idiotas, defienden haber vuelto "renovados", dispuestos a destilar con obediencia otros 11 meses más de uniformizada monotonía de celda nicho/puesto de neo-esclavo timado, vueltas al cole, declaraciones de renta, estrés laboral, impuestos, letras, hipotecas y demás bazofia, pero también y cada vez más, aburrimiento, depresión y crisis existencial (por fortuna). Ahí se queden pues, que mientras todo siga así, esos paraísos ocultos a los que algunos huimos con toda la periodicidad posible, seguirán aguardando a aquellos que tuvieron el suficiente valor de descubrirlos. Porque si todavía no lo saben, la naturaleza, por encima de todo, lo que ama es el coraje.

domingo, 15 de junio de 2014

Walter Maverino: Los súper ricos contra la humanidad

Imprescindible entrevista de los amigos de la Caja de Pandora al fundador y coordinador de la UMCIT (Uni diversidad Mundial del Conocimiento Interno y la Transformación). El Líder Creador 4D emergente versus El Líder Depredador actual. Si no hay una transformación personal, de ninguna manera la habrá colectiva.


sábado, 7 de junio de 2014

Manuel Galiana: El sionismo mundialista que nos gobierna

Interesante charla con el escritor e investigador y experto en Geopolítica, Masonería, Sionismo Askenazi y Sociedades Secretas, Manuel Galiana, sobre el delicado momento geopolítico que vivimos en la actualidad a escala global, con una mafia bancaria internacional sionista infiltrada en todos los ámbitos de poder mundial, sin que la inmensa mayoría de la población, como viene siendo costumbre, se entere de cual es la verdadera y oscura agenda tras bambalinas. 


Una nación de hombres libres

Estos de ácratas, como viene siendo costumbre, dan el clavo con sus artículos. Brillante escrito de un tal Diego Revuelta. Imposible estar más de acuerdo. 






El actual Estado Español es una máquina de quemar dinero sin otro objeto que su propia subsistencia y la de las personas y entidades a las que cobija: funcionarios, partidos políticos, sindicatos, patronales, bancos y grandes empresas que medran parasitando la pocilga nacional. El Estado no se preocupa ni un instante por la suerte de los españoles, sino de obtener dinero. Y lo extrae de abajo, expoliando al pueblo, y de arriba, financiándose de la élite internacional bancaria, de los Goldman Sachs, JPMorgan, Deutsche Bank... Siempre ha sido así, y mucho más desde que perdió la capacidad de hacerse su propia moneda cuando le falta liquidez. 


La entrada en el Euro es la mayor traición que los políticos del postfranquismo monárquico-parlamentario han perpetrado a los españoles. España jamás cumplió las condiciones para su integración en la moneda única. Goldman Sachs pergeñó el fraude contable mediante ingeniosos credit swaps para que la España de Aznar bajase a los infiernos del Euro. Lo mismo que hizo con Grecia, Italia, Portugal o Irlanda. Con la moneda única, los partidos han desarmado a los españoles y han asolado al propio Estado, entregándolo a la corrupción de las finanzas internacionales. Por eso esta es la verdad que más se oculta de todas: por eso, hasta elsupercalifragilísticoespialidoso líder Pablo Iglesias (y me alegro de que exista, os lo aseguro) se siente europeo. Porque le paga Europa para que se sienta así. Todos los partidos en España son europeístas. Y los que no lo son no salen de los pequeños blogs. Porque no tienen financiación ni presencia mediática, como sí la ha tenido Podemos. ¡Que no me parece el peor partido de España, al contrario! Habrá que seguir su evolución hasta las Generales de 2015. El resto de partidos son la peste. Todos, de izquierdas y de derechas, se han vendido al internacionalismo capitalista aun al precio de poner en peligro la propia subsistencia de millones de familias españolas. 



Que la derecha venda España a pedazos, como si fuera carne de vaca, era de esperar. Pero lo que es vergonzoso, humillante, es que la izquierda española desprecie la idea de España como nación de esta manera tan escandalosa. A ver, yo pregunto: ¿Quién ha dicho que no se puede ser patriota y de izquierdas? Me refiero a un patriota lúcido, un patriota que no piense que su patria es la mejor, por supuesto, sino que es la suya, la quiere y punto. Como sabe que su esposa no es la más sexi, pero es la suya, la quiere y es lo que hay. Como sabe que sus hijos no son los más listos, pero son los suyos, los quiere y no hay nada que discutir...Un sencillo patriota que sea además hombre de izquierdas, pues prefiera luchar por la justicia social (la llamada democracia social) que por ciertas "libertades individuales" (¿por qué los think tanks de la derechona contraponen la libertad individual y la justicia social? ¿Qué clase de "libertades" son esas que se toman con nosotros que resultan tan socialmente injustas?)


Y añado más... ¿Por qué si digo que soy un patriota español de izquierdas corren los creadores de opinión a identificarme con un fascista, pero si digo que soy un patriota de izquierdas catalán (de ERC), o que soy un patriota de izquierdas vasco (de Bildu) se me tolera o hasta se me considera un paladín de la libertad? ¿Acaso ya no se acuerda nadie de que el discurso fascista era: "No somos de derechas ni de izquierdas..."? ¡Pues yo soy bien de izquierdas!, estoy incluso contra la propiedad privada de bancos y empresas estratégicas, y creo en el justo reparto de beneficios y cargas sociales y en unos impuestos geométricamente más gravosos para los que más tienen. Y amo a España porque quien no ama a su propia madre, por fea que sea, es un hijo de puta.

Oídme, españolitos de a pie: O resucitamos España o nos entierran con ella. Por debajo, nos come la escoria del postizo cantonalismo nacionalista, más falsificado que la factura de la luz; y por encima, las toneladas de mierda del internacionalismo financiero: El neoliberalismo (como lo fue el comunismo de la URSS), es internacionalista, y sus élites (judías, cristianas, sintoístas y hasta musulmanas, que no es cosa de religión ni de etnia) son sionistas. Pues todo internacionalismo es un apoyo descarado al establecimiento de un Gobierno Mundial Único sobre las ruinas de los estados, sea en forma de una ONU venida a más o por el advenimiento del Rey del Mundo, me la sopla. Porque viene a ser lo mismo: que las élites financieras posean el planeta Tierra con todo lo que contiene: tierras, animales y personas.

Españolito: ¿Quieres ser propiedad de alguien? ¿O quieres formar parte de una nación de hombres libres? Si es lo primero, sal a celebrar el advenimiento de la era filiposextista. Vete al bar y tómate unas cervezas con los socialistas y peperos de tu barrio. Si es lo segundo, si quieres ser libre, la primera providencia es descerrajar este Estado opresor, esta máquina de aplastar voluntades y libertades, este extractor de riqueza que solo respeta la voluntd superior de quienes lo financian cuando el Pueblo Español, exhausto, no puede ya pagar más impuestos.

Anímate, españolito, que no es una tarea imposible: El actual Estado Español monárquico parlamentario tiene muchos puntos débiles. El más importante de ellos es que su Constitución no es ni se comporta como debe hacerlo: toda constitución es una carta de condiciones que el pueblo pone al Estado para el ejercicio del poder, es un contrato social. Y la Constitución del 78 es un contrato leonino que, por si fuera poco, el Poder Único vulnera cada vez que le viene bien. Y sus modificaciones son escandalosas, como la del 2 de septiembre del 2011, que avaló con los propios españoles, con todo lo que tienen, sus cuerpos y sus almas, los créditos contraídos con los acreedores de Deuda Pública; y cuyas interpretaciones corresponden a un oráculo llamado Tribunal Constitucional, engendro que no existe en ninguna democracia, que es el garante de que la corrupción siga amparada por los dioses. El segundo punto débil es que ya no hay excusa para no consultar al pueblo sobre la forma de estado a la que prefiere someterse, monárquica o republicana. Franco murió hace casi 40 años y no queda ni un militar franquista que "amenace la democracia". Decir que la República es incompatible con los españoles es despreciarnos hasta el escupitajo. ¿Cómo que no? ¿Acaso no merecemos lo que sí meritan los franceses, los italianos o nuestros hermanos los portugueses? Lo que es incompatible con la III República es la corrupción de las actuales élites de los partidos. Y nada más. Y una estructura político-social que se basa en falsedades puede caer en cuanto una chispa salte y electrice al pueblo. Hay que perseverar dándole al pedernal sin parar, haste que la chispa acierte con la hojarasca y arda el chiringuito entero.

¿Cómo justifico, como patriota español, mi lucha por la III República? Como bien dice ácratas, "La verdadera democracia es la asamblearia, no la representativa. Pero el Estado es el último baluarte frente al poder global, el nuevo orden mundial. ¿Cómo resolver esa contradicción en pleno siglo XXI? Yendo siempre en la dirección de la máxima libertad". A lo que añado yo: debemos ocupar el Estado y transformarlo en una República de corte libertario. Y si alguien cree que ambas posturas son incompatibles, es que ha leído poco y ha escuchado demasiado a los políticos, que son unos profesionales de la propalación de la incultura.

¡Viva España, entonces! Pero no cualquier España. No esta España. No la humillada ante la Sinarquía Financiera Internacional. No la España opresora de los españoles.

¡Viva España libre de hipócritas, de traidores, de sediciosos!¡Viva España libre de las personas que no quieran pertenecer a ella! Si catalanes o vascos quieren irse, adiós y buen viaje. Pero con un referéndum claro: "¿Quieres una Cataluña con un estado independiente o quieres que Cataluña sea una región más de España, sin autonomía, sino colíder con el resto de regiones de la III República Española? Blanco o negro. Sin grises. No eso de "si no me sale, quiero seguir con mi derecho a medrar a costa de los españoles dinamitando su moral cada día". Y para las minorías que no quieran ser españolas, estatuto de apátrida. Nadie debe ser obligado a ser español. Porque ser español debe convertirse en un honor, aunque sea un honor tan modesto que ruborice, no en una obligación. Libertad. Siempre la máxima libertad.

¿Y los partidos? Los partidos a existir fuera del Estado, sometidos a reglas democráticas internas obligatorias y a una censura de cuentas que impida la financiación ilegal por parte de las élites. El Parlamento fuera del Estado, pues es propiedad exclusiva del Pueblo. Es el Pueblo Español el que debe hacer las leyes que él mismo ha de respetar. Y las que debe respetar también el Estado, suma del poder Ejecutivo y el Poder Judicial (todos funcionarios). El Estado debe ser un Gran Funcionario al que pagamos entre todos, un funcionario que no tiene derecho a promulgar leyes. Porque un estado que se cocina sus propias leyes, que incluye en él a los partidos y al Parlamento, se convierte pronto en un estado opresor, en un representante de la oligarquía financiera y religiosa. Víctima de la corrupción, abierto a toda influencia extra-política. Y convierte al país, a la larga, en un gran campo de concentración. Que es lo que soportamos los españoles ahora mismo.

Por lo tanto, lo dejo claro: soy español, de izquierdas, revolucionario y patriota. De un humilde país llamado España, que no es el mejor del mundo, ni el que tiene la raza más bella, ni la mayor cultura. Pero que ES Y SERÁ SIEMPRE LIBRE, porque los españoles asumimos de una vez por todas que la diferencia entre ser un hombre o ser un animal es solo eso: LA LIBERTAD.

Y para decir esto no necesito a los fascistas ni a los liberales ni a los anarquistas. Me basta con saber que todos los ciudadanos por debajo de los Pirineos tienen el mismo problema que yo. Que son mis hermanos de desgracia.

Y si, una vez lograda la III República, los españoles deciden que la quieren comunista libertaria, pues mucho mejor. Y si prefieren votar a partidos como la democracia cristiana o los liberales, pues me conformaré. Pero asumir una monarquía partitocrática impuesta en pleno siglo XXI es renunciar a todo atisbo de libertad para los próximos mil años. A eso no me conformaré nunca. No sin un referéndum monarquía/república que lo avale.

DIEGO REVUELTA, un patriota cartesiano


Visto en:  ácratas.net



martes, 20 de mayo de 2014

Edimburgo: Viaje al infierno

Recuerdo cuando llegué a Edimburgo, una gélida tarde de diciembre, hace ya más de tres años. Fue un impacto, he de admitirlo, bastante desagradable y totalmente inesperado. No sólo por el espantoso frío septentrional, que caía como un pesado y húmedo manto sobre la ciudad, sino porque pronto comprendí, que también lo hacía sobre sus habitantes, sus existencias, sus mentes y sus corazones. La gente allí estaba hecha de otra pasta, más apagada, mohecína, opaca. De esto último, uno se da cuenta pronto, cuando observa la vida cotidiana con cierta sensibilidad y espíritu crítico. Inevitable la comparación, por otra parte, de un recién llegado venido del lejano desierto de hispanistán. 


Lo primero que vi, fue aquella estúpida Noria y la bandera ondeante del Reino Unido sobre mi cabeza. Casi al instante me empecé a preguntar qué demonios estaba haciendo en aquél rincón del mundo. Sin embargo, lo que jamás olvidaré, fue la música que sonaba en la feria en aquél momento, así como su letra: "She is a monster, beautiful monster, beautiful monster, but I don´t mind". Quizá toda una declaración de intenciones, a juzgar por la gran cantidad de jóvenes sintéticas de escultural porte, frívolas, superficiales y desnaturalizadas, que había por allí, producidas, cómo no, a la sombra y tutela de no se sabe que monstruosidad de la ingeniería social de nuestros días... 


Hoy por hoy, podría casi asegurar que me resulta del todo indiferente una cultura urbanita (la hispana) que otra (la anglosajona, en este caso), dada las estrechas similitudes que parecen compartir, merced a un proceso globalizador  eugenésico, homogenizante y empobrecedor, pero en el año 2010, el juego de contrastes entre ambas era todavía susceptible de realizar un jugoso análisis comparativo. Del país festivo, corrupto, sucio y cálido del sur, pasaba a otro cuasi fantasmagórico, más orweliano, oscuro y congelado, de relaciones impersonales y esquivas, de frías miradas y aberrante soledad. Por lo demás, lo que ví y sentí, fue una incapacidad aberrante para relacionarse, una frivolidad muy preocupante y una elevada dósis de Gran Hermano  que se dejaba sentir a través de miles de cámaras dispuestas por toda la urbe, en cada esquina, en cada cornisa, en cualquier parte, realizando una labor de vigilancia que, dada la escasa conciencia y la abulia zombie de la población, me pareció algo realmente estrafalario y del todo innecesario. De la comida,  mejor ni hablaré, ya que todavía no he sido capaz de recuperarme del susto que supuso el descubrir que existen uvas sin pepitas, siendo el fruto de éstas al parecer transgénicas vides, lo más saludable que me encontré por aquellos lares.


En centros como este se pueden adquirir todo tipo de venenos para la salud, como las famosas uvas sin pepitas.


Como es de suponer, del sopor inicial pronto muté a un terror existencial, al cerciorarme de que Edimburgo no era esa ciudad medieval cercana y con encanto que muchos me habían pintado, y que el poco encanto que pude encontrarle fue durante las madrugadas, cuando todo hijo de vecino se encontraba ebrio en cualquier tugurio (es la ciudad del mundo con más bares por metro cuadrado), mientras yo caminaba sin rumbo por las glaciares y desiertas avenidas de la ciudad, parques, colinas, riachuelos y demás universos ocultos que aguardaban impacientes la llegada de un lobo estepario dispuesto a dejarse seducir por estos raros y poco mundanales placeres.

He de reconocer que durante aquellas noches, y sumido en la más absoluta soledad, fui capaz de desvelar para mis sentidos el auténtico espíritu romántico de la ciudad, hundiéndome en la nieve hasta las rodillas en sus cementerios, trepando el montículo de Calton Hill y pensando en los días felices del almirante Nelson, al tiempo que mis ojos se perdían en el intrincado laberinto de humeantes azoteas de pizarra que constituían ese elevado nivel de la ciudad, cuyo imaginario visual aún correspondía sin lugar a dudas al del Edimburgo del siglo XIX. Otras noches, me aventuraba por callejones olvidados del centro o paseaba cual espectro por los barrios residenciales, con los pies ateridos por el frío, investigando, siempre oculto y silencioso, observando la luna o arrancando las estalactitas de hielo que colgaban petrificadas de los semáforos.


En lugares como este, lograba alcanzar la paz y el sosiego que la vida urbanita de la ciudad me negaba en todo momento. Como siempre, la naturaleza y la observación del conjunto de todas las cosas desde una posición elevada, le otorgan a uno una visión introspectiva de las actividades humanas y una perspectiva diferente de la vida.


Algunos tontos me acusarán de rehuir de una responsabilidad auto-impuesta, de vivir la noche y escapar de la luz del día, de amilanarme y no enfrentar la realidad social y laboral de aquella ciudad, pero lo cierto es que poco importaba que fuese noche o fuese día, cuando rara vez se filtraba algún rayo de sol en las cuatro escasas horas de iluminación grisácea diurna. Puestos a elegir, sin duda prefería la quietud y esa calma congelada de los momentos nocturnos, al desfile de muertos vivientes diario dejándose caer por Princess Street, Lothian Road o cualquier otra de las grisáceas avenidas principales, salpicadas todas ellas de  de una explosión de franquicias de comida basura y firmas de moda estúpida, así como de tiendas de souvenirs para deficientes mentales. En efecto, y hace poco me lo confirmó un escocés: "Edimburgo es una ciudad eminentemente turística y carente de vida o autenticidad, vete a Glasgow". Monumental e interesante, no digo que no lo fuere para el turista, pero pasar en ella más de dos días empieza a rayar el absurdo. Quedarse a vivir en ella, la locura o la estupidez, al menos, en el invierno..


La iglesia-hostel de Belford Road, gestionada por auténtica gentuza, en la que tuve la mala suerte de dar con mis huesos.


Prueba de ello, la encontré en las dos comunas o pandas de españoles con quien tuve el infortunio de encontrarme: los primeros, parasitando una iglesia reconvertida en hostel, liderados por un aborrecible gusano malagueño enganchado a la nieve, un tipejo despreciable y zafio que se divertía en sus correrías nocturnas, las cuales hoscamente protagonizaba, provocando a todo aquél que se cruzase en su camino, en particular si el transeúnte era escocés .

Los segundos, algo más discretos y educados, pero igualmente perdidos y adictos a la quetamina y a un hachís (que al olfato era como el pedo de un polo químico) de forma obscena y autodestructiva. Sus puestos de esclavos laborales no eran mucho mejores:  friegaplatos, cocineros de sushi (este resultó ser el más gilipollas), camareros de Burger King y otros puestos de neo-esclavo por el estilo.

A ambas comunas, les produje un rechazo casi inmediato, de lo cual, y con la perspectiva del tiempo pasado, me siento ahora tremendamente orgulloso. De como me libré de ellos, es otra historia, aunque si reconozco que en los dos casos recurrí al clásico esquinazo. No sé cuanto tiempo llevarían allí o cuanto programaban permanecer, pero daba la sensación de que su estancia no fuese más que la afanosa búsqueda de una lenta autoeugenesia mental, corporal y espiritual. Yo estuve 20 días, y ahora sé que no volveré nunca, ni en verano, por si acaso.


La joya de la corona para muchos. Una arriesgada forma de escapar de la oscuridad invernal en la capital de Escocia.


Por fortuna, aunque no toda la gente que conocí allí resultó ser del todo prescindible, o bien sus vidas, o bien las experiencias que vivimos juntos, fueron, también, grotescas. Fue el caso, por ejemplo, de dos simpáticos iranís con los que iba a tener la oportunidad de disfrutar o padecer de una velada festiva en una de las salas más de moda de toda la ciudad. La cosa se hacía soportable, hasta 10 segundos después, (aproximadamente el tiempo que tarda un humano en convertirse en zombi), de haber penetrado en dicho local. "Mood", creo que se llamaba, lo mismo da. El caso es que por enésima vez volvieron  a saltarme todas las alarmas, cuando todo lo que pude ver en aquél tugurio fue una ingente proporción de Barbies sintéticas y presumidas, y mamarrachos altamente alcoholizados con camisas y polos de firmas de moda deportiva de béisbol y  soccer, apretujados en una tiñosa masa humana.

No quiero pecar de prejuicioso, claro que no, pero cuando toda la actividad de estos energúmenos se limitaba a, en el caso de las féminas, bailar como auténticos demonios lascivos y lujuriosos para despertar los más bajos instintos de los masculinos asistentes a tan cochambroso evento (la música, como era de esperar, una auténtica bazofia electrónica y comercial), y en el caso de dichos tipos, a beber como cosacos para caer derrumbados o terminar sacudiéndose en la calle, daban ganas de salir cagando leches de allí. No bailé, no bebí, solamente observé y escuché, y doy fe absoluta de que fui incapaz de ver a dos personas, fuesen del sexo contrario o no, cruzar una sola frase con sentido. La comunicación brillaba por su ausencia, y todo intento de relacionarse terminaba ahogado en un bufido, un grito, una mueca estúpida y un sinfín de empujones. Estoy prácticamente convencido, de que los primitivos de Atapuerca lo hubieran hecho significativamente mejor.

Así que allí se quedaron los dos pobres diablos del golfo pérsico, anonadados, perplejos, en silencio, rodeados por un circo de idiotas rebozados en cosméticos, alcohol y una nube de mil feromonas tóxicas, sin saber qué hacer o cómo actuar, mientras yo les obsequiaba con una despedida a la francesa. Seguro que todavía hoy seguirían sin poder descifrar cómo ligar o como entablar conversación con alguien en aquél agujero. Quizá, vomitándole en el escote a cualquiera de las princesas plastificadas que por allí se paseaban.




Para finalizar, y de camino al asqueroso hostel, me topé con 5 especímenes de androide biológico, pues aunque parecían mujeres jóvenes, por sus precisos andares, sus gélidas miradas y la escasa ropa que cubría sus esculturales cuerpos a 16 grados centígrados bajo cero, podían facilmente confundirse con la rubia de Terminator 3. He de reconocer, que hasta sentí inquiteud, pues parecían a punto de lanzarme un rayo helado que hubiese cauterizado cada músculo de mi cuerpo, cada átomo. Les miré a los ojos durante unos segundos, pero preferí dejar de hacerlo, dado el desdén y el profundo desinterés que parecía producirles mi presencia.

Recordé entonces las sabias palabras del trampero que traba amistad con Robert Redford en la película Jeremiah Johnson de 1972: "No hay roca más dura en este mundo, que el corazón de una mujer". Y que lo diga, con la salvedad de que estas diabólicas escenas ya no sólo ocurren en Edimburgo, sino en prácticamente todas las ciudades de nuestra cada día más andrógina, virtual, fría e insensibilizada Europa. El amor se ha desvirtuado y triunfa el transhumanismo capitalista más diabólico y de espectro tecnocrático. Una sociedad constituída por monstruos, pero como decía la insufrible canción...a nadie parece importarle un comino.


Algo parecido a estas "máquinas biológicas" fue con lo que me crucé en Rose Street. Cabe señalar que eran cinco tipas, las 3 de la madrugada y no había un alma en la calle. Tengo suerte de estar vivo...


Los cerdos del Instituto Tavistock saben bien lo que hacen con todos estos pseudoartistas que parecen haber surgido de la nada. Lo mismo ocurre con tanta esclava Mk Ultra del Proyecto Monarca de la CIA (Beyoncée, Rihanna, Lady Gaga y otras). Sus videoclips y sus mensajes encriptados luciferinos, hacen verdadera mella en el subconsciente de miles de jóvenes incautos, que a la postre acaban siendo la carne de cañón de estos peligrosos psicópatas, entrando en una espiral de idiotez, cuyas consecuencias a largo plazo para sus vidas desconocen.