jueves, 29 de diciembre de 2011

Megalópolis del siglo XXI

Este otoño tuve ocasión de leer un interesante artículo, que advertía del inquietante giro que está dando la proliferación del fenómeno conocido como urbanización, acuñando un nuevo término que pudiese abarcar la imparable marea urbana que comienza a extenderse por algunas zonas del planeta, particularmente en el sudeste asiático: Las mega-regiones (fusiones de ciudades con más de 20 millones de habitantes). El modelo de crecimiento arraigado desde hace décadas, y que actualmente persiste,  es el ampliamente conocido con el término de ciudad difusa o ciudad dispersa. Es la ciudad que se extiende en mancha de aceite, y por lo tanto, la que más recursos territoriales demanda, siendo el primero de ellos, el suelo. Esta forma de hacer ciudades, ya ha conocido diferentes procesos que podemos ver hoy ejemplificados en distintos lugares de nuestra geografía, alcanzado su techo en las llamadas megalópolis, gigantescas conurbaciones que han solapado ciudades, mediante barrios, complejos industriales, zonas residenciales y el constante crecimiento de las vías de comunicación. El caso más famoso es el de la costa este norteamericana, pero hay muchos otros. Madrid, sin ir más lejos, es ya practicamente una megalópolis,  a pesar de encontrarse lejos en el ranking de las ciudades más pobladas de la tierra.


La ciudad de Tokio y su área metropolitana, alberga casi 37 millones de personas. Prácticamente la población de toda España.


Sin embargo, la manera en la que crece una ciudad, y he aquí la clave del asunto, está estrechamente relacionada con el modelo energético predominante. De este modo, las urbes actuales son un reflejo del uso abusivo e irracional del transporte privado, del apogeo de la era de los combustibles fósiles, y del mayor derroche energético que haya podido existir en esta sociedad, llegando desde hace unos años, a un punto crítico y alarmante en el que el cambio se antoja ya irremisible. La ciudad actual es, a todas luces, insostenible desde el punto de vista energético, y demanda con incansable y creciente voracidad ingentes recursos naturales recursos, que el planeta no está ya en condiciones de suministrar de forma sostenible y saludable para la biosfera. Términos como el de la huella ecológica, es decir, el impacto ambiental que genera un determinado modo de vida y la capacidad del territorio para reciclar o regenerar dicha demanda, explican hasta que punto las ciudades no consumen, sino devoran recursos, simplificando y reduciendo de manera preocupante los ecosistemas. No es por lo tanto de extrañar, que la Amazonia o Borneo retrocedan de forma trágica, o que los caladeros de pesca internacionales estén practicamente agotados. La frontera de de los pumas, cada vez es más lejana... Sólo Madrid, contempla una huella ecológica de unas 600 veces su superficie. Podemos imaginar lo mismo en ciudades como Tokio, México D.F o Delhi, y veremos como la ciudad se ha convertido en el mayor enemigo de este gran bioma que es la tierra, y en un grave problema que precisa de un cambio radical e inmediato.


Madrid, año 2327 o el hipotético escenario de una realidad futura. Los desequilibrios económicos han dado lugar a dos realidades de ciudad divergente, que conviven unidas: La civilización tecnocrática y la parasitaria de carácter agrario y ruralista.


Algunos escenarios apocalípticos, imaginan un mundos en el que la desertización ha alcanzado cotas inimaginables hoy en día, y la población se arremolina y se asfixia en torno a gigantescos entes urbanos, envilecidos e insalubres, donde los desequilibrios económicos adquieren grotescos matices visuales. No obstante, esto ya es un hecho y un fenómeno palpable y con nombre propio: Urbanización de la pobreza. Actualmente, el abandono del mundo rural es una realidad debido a la tiranía de multinacionales y grandes corporaciones agrícolas, que han provocado que millones de campesinos y familias vinculadas al campo desde hace generaciones, se vean obligadas a emigrar hacía las grandes ciudades. Una vez allí, tratan de instalarse en gigantescas barriadas y sobreviven como pueden, en unas condiciones pésimas y a menudo fatales para la salud. La realidad urbana actual, es el resultado de la inconsciencia ambiental y de un capitalismo ciego y depredador, sin embargo, existen alternativas y soluciones que, poco a poco, van viendo la luz, aunque se hayan puesto en práctica de forma escasa.


Sao paulo. Las favelas se arremolinan en torno a la ciudad, generando enormes contrastes entre ricos y pobres.


La arquitectura sostenible y en altura es el paradigma de la sostenibilidad, y con él, el de las ciudades compactas. Uno de los mayores protagonistas de este nuevo modelo que reinventaría completamente la ciudad, es la torre biónica, que trata de emular el equilibrio de la naturaleza en su construcción, y se inspira en los modelos que existen en la misma, por ejemplo, con un sistema de cimentación flotante apoyado sobre el terreno, asemejándose a las raíces de un árbol, o con estructuras de hormigón de alta resistencia tipo membrana, huecas y separadas entre sí, para que  el aire pase entre ellas y de este modo ofrezca una menor resistencia al viento. Esta técnica trataría de copiar al ciprés que todos conocemos, y que abunda en parques y cementerios. La torre superaría el kilómetro de altura y es el máximo exponente futurista de la ciudad vertical. Existen además, otros tipos de eco-ciudadelas que rozan la ciencia ficción, y que aún no pasan de ser meros proyectos sobre el papel, como los diseñados por el arquitecto belga Vincent Callebaut.


Chicago Spire, el proyecto paralizado del arquitecto español Santiago Calatrava.


Lilypad, ciudad flotante y autosustentable diseñada por Vincent Callebaut. Inspirada en la flor nenúfar del Amazonas, podría dar cabida a 50000 personas y podría estar lista en 2100.


Arco biónico, también de Callebaut, integraría un espacio humano con el natural, incluyendo jardines en altura y plataformas verdes verticales.


Sin embargo la vivienda ecológica ya es una realidad, y se basa en la utilización de energías libres no contaminantes que utilizan calefacción solar o geotérmica, electricidad mediante paneles fotovoltaicos o generadores eólicos, así como materiales no convencionales en su construcción, haciendo mayor uso del vidrio y menor de hierro, cemento y sintéticos. El reciclaje de las materias primas como el agua, y el tratamiento y la separación de los residuos orgánicos, son otra de la premisas de las eco-viviendas, además de un estudio previo y distribución adapatada al medio circundante, terreno, orientación solar y corrientes de aire. A pesar de ser alternativas interesantes, que no dejan de ser escasas y excesivamente caras, seguiría sin solucionarse el problema del transporte. Este último es ahora mismo el reto de las grandes connurbaciones, que están viviendo un serio drama de contaminación ambiental severa en casi toda China, conduciendo el país a la catástrofe ecológica, pero también en grandes regiones de la India,  sudamérica, Bangladesh , Africa, bañados por océanos igualmente envenenados. No todo el mundo sabe que existe un continente del tamaño de Europa, formado casi exclusivamente de resíduos plásticos, flotándo en un vórtice de corrientes en el norte del pacífico, mientras se desintegra al sol licuándose con el agua de mar.


Mega ciudad futurista, (Zatavsky)


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