martes, 10 de abril de 2012

¿Evolución o Involución?

Nadie puede negar ya que nuestra raza ha conducido al planeta a un callejón sin salida y a un apocalípsis ecológico, y se ha conducido a sí misma a un punto crítico y sin retorno, plagado de desigualdades, injusticias y carencias sociales. Pero una vez llegados aquí, lo interesante consiste en plantear cuales han sido las causas de este esperpento final, creado a pulso y con tesón durante los últimos doscientos años. Algunos altruistas opinan que el sistema capitalista y la sociedad actual se han regido siguiendo los parámetros o  los códigos de conducta combinados procedentes de dos fuentes, que explican cientificamente el funcionamiento de la naturaleza y de la sociedad resultante: 



El origen de las especies, de Charles Darwin, y El Capital, de Carlos Marx


Si aunamos estas dos obras, nos encontramos con la tendencia predominante y pauta de comportamiento actual en todo el planeta, es decir, al igual que en la naturaleza, la imposición de la ley del más fuerte: El sistema neoliberal del libre mercado, competitivo, codicioso, egoista y cruel. Un sistema generador de enormes desequilibrios entre ricos y pobres, señores y esclavos, u opresores y oprimidos. La historia de las jerarquías que se repite desde hace siglos, y que pareció haberse consolidado de forma trágica en el siglo XIX, con la inestimable ayuda de la revolución industrial, los medios de producción de masas y la aparición de la burguesía como estamento fundamental en este nuevo equilibrio junto con las religiones. Sin embargo, aunque mejorado, el sistema siguió siendo injusto, basándose en la competitividad, antes que en la cooperación, en el odio y la codicia, antes que en el amor y la generosidad. Hoy, este sistema es absolutamente inviable y sólo podría seguir su pavoroso camino, bajo el precio de haber esclavizado y llevado a la miseria al 90% de la población mundial. Sin embargo, el estigma cultural creado desde hace generaciones, sigue latente en todas las capas de la sociedad, como una farragosa lacra difícil de eliminar.





Este estigma o conducta social, que yo denominaría programación mental, es conocido como el socialdarwinismo, comportamiento predominante e imperante en el sistema, que abraza los valores del egoismo y la competitividad por encima de todo, expoliando recursos y destruyendo la biosfera, incitando a la injusticia, el miedo y la violencia. Efectivamente, con la excusa de que se trata de un comportamiento natural y el ser humano sigue siendo un animal, podría llegar a justificarse hasta sus últimas consecuencias. Pero en este caso,  ¿estamos entonces ante el final del ser humano, como animal? O acaso este ha llegado a su límite evolutivo y como un cáncer, sólo espera su propia extinción? Esto se contradice con la teoría de la evolución de las especies, pues el hombre, como el animal primitivo que fue en el origen, debería seguir evolucionando hacia un ser más perfecto, justo e igualitario. Sin embargo, existen gran cantidad de detractores de la teoría darwiniana, y algunos contemplan la posibilidad de que el ser humano no descienda sólo del mono, sino de un experimento genético entre el simio y una raza alienígena muy superior. No obstante, si algo parece claro, es que valores hoy en día existentes, como la empatía con nuestros allegados, la cooperación, la capacidad creativa o la propia idea de la justicia, indican que el hombre es no sólo un animal, sino algo mucho más avanzado. Y es aquí donde entra en juego el aspecto biológico de la evolución, sea cual sea su fuente, el que hace que nuestras propias células choquen violentamente con los condicionamientos sociales preexistentes, pues basados estos en la destrucción, no pueden combinarse con nuestra biología cada vez más perfecta y avanzada, incapaz de justificar la autodestrucción y la maldad a conciencia.




Algunos médicos bioenergéticos, como Rodrigo Alarcón, hablaron hace tiempo sobre el final del Homo Sapiens y el advenimiento de un nuevo ser evolucionado, el Homo Noosphericus o el ser de consciencia. Siendo la consciencia algo que parece estar despertando progresivamente en un mundo que, a pesar de encontrarse en un estado agonizante, es cada día más pequeño y se encuentra cada vez más interconectado, no veo motivo por el cual no haya esperanza para un cambio a nivel global. Somos seres biológicos inteligentes, conectados a una ciberesfera cuajada por innumerables avenidas al servicio de la comunicación, por las cuales fluyen ideas, conocimientos y hasta sentimientos. Pero también somos la etapa final de una tecnoesfera al servicio de las grandes corporaciones, familias y élites financieras, que amenazan ahora con destruir finalmente la propia biosfera, creando mediante macabra ingeniería social, una especie de raza de humanoides autómatas, esclavos y descerebrados. Sin embargo, y he aquí la paradoja, nunca hemos tenido la solución a nuestros problemas más al alcance de nuestras manos que hoy. La información, es poder, y sólo existe una alternativa a la evolución: La involución, que degeneraría en la destrucción y la consecuente desaparición de nuestra raza, o como mínimo, la muerte del hombre libre.




No se puede dejar de lado la biología solo porque el ser humano razone. Puede que incluso la moral quede supeditada a lo biológico en más aspectos de los que pensamos, y, aunque su influencia sea mínima, en una primera reacción ante un estímulo puede determinar o terminar por configurar una determinada personalidad y por tanto, una determinada conducta; que nuestro comportamiento sea una mezcla entre genes (la parte que no controlamos) y medio ambiente (en el caso humano, la economía, la política, los mercados, el paro, el desamor, la pérdida, la industria, la traición, los celos, la envidia…) no es para nada descabellado. Sobre si la cultura o la moral imperantes en una sociedad pueden o no superar la influencia genética, es algo que se está empezando a fraguar actualmente ante esta consciencia global del daño que se está haciendo a la Tierra y sus habitantes. Solo el tiempo lo dirá, o quizá, la ciencia.


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