lunes, 4 de junio de 2012

Mensaje de Gaia


A pesar del despropósito y la inmundicia, productos de la mayor vileza y tropelía humana, que me rodean por doquier en esta gran urbe en la que me encuentro, me siento tranquilo y estático como el roble solidamente asentado en las faldas de una solitaria montaña. No he dejado de sentir ni un sólo momento la llamada, suave y paciente, constante e inalterable, de aquella a la que considero mi madre. Sin embargo, nunca me he sentido tán solo, desde el momento en el que decidí poner fin a mi periplo con ella, y nunca los escarceos me habían resultado tan apasionadamente irresistibles como lo son ahora, cada vez que regreso a su lado. Ella me infundó fuerza y esperanza en los momentos más oscuros,  y tejió mi sagrado aprendizaje vital con armonía y equilibrio. Ella me ha enseñado lo que soy, y ella soy, desde la noche de los tiempos. Ahora también, sus heridas me acompañan, en esta extraña época que vivimos.  Mis días aquí, están contados, y mi soledad, tiene fecha de caducidad. Ella es consciente de que mi partida es inminente, pero habrá de llegar en el momento preciso, pues aunque le pertenezco, no seré digno de su sereno equilibrio hasta que por mi propio pie vuelva a su regazo, a través de polvorientos caminos olvidados por el hombre, y sinuosas sendas de montaña. 


Sólo me ha pedido que hable con este, con el hombre, su hijo descarriado, el fruto de su vientre bastardo, aquél que aniquila a sus semejantes por gloria y poder efímeros, aquél que mancilla la tierra a su paso y devora los frutos de la abundancia que le fueron ofrecidos, dejando morir de inanición a sus hermanos, aquél, que lucha contra el tiempo y la razón de su existencia, que jamás poseyó y jamás comprendió. Este hijo de la tierra me ha causado un enorme e insoportable dolor, y ha llegado el momento de poner fin a sus días, antes de que convierta este mundo en cenizas.





¿Que puede hacer un simple hombre, para bajar al hombre de su nube, cómo puede hacerle comprender que todo intento de control y desleal sometimiento sobre la naturaleza está abocado al fracaso más estrepitoso? Puede que exista una solución, y ya que la vida es un camino, le dirá que salga de las ciudades y camine volviendo a sus orígenes, pues sólo allí retomará la consciencia de lo que es y nunca dejó de ser. Sólo allí comprenderá la inutilidad de las mercaderías que con avaricia antaño le poseyeron, acumuladas en su material sinvivir cotidiano. Quizá allí comprenda, que la realidad es simple y hermosa, cuando adquiera conocimiento del propio tiempo que ha dejado de escurrírsele atropelladamente por el sumidero de su acelerada existencia. Sólo entonces el cáliz sagrado de Gaía comenzará a llenar su parco espíritu y alimentará su consciencia y corazón humanos, redescubiertos finalmente en un utópico renacer. 



Los grillos le acompañarán en las noches de verano, las chicharras en la calurosa y soleada campiña del mediodía, la vegetación se agitará alegre y  presta a su paso en la corriente vespertina del atardecer, mientras las rapaces de las alturas clamen con orgullo su llegada. Finalmente, cuando la oscuridad se haya enseñoreado en el ocaso del día, y sienta propias la vulnerabilidad y la aflicción por el cansancio y la incertidumbre, incluso en ese momento, la inmensidad del cosmos se abrirá eterna y absoluta sobre su cabeza, para decirle con certeza: no estás solo.





2 comentarios:

  1. Lo hice, la volví a publicar. tu eres la mitad del espíritu que habita en este blog, querida amiga

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