lunes, 15 de octubre de 2012

Nada nuevo bajo el sol 2

El mundo no puede cambiar a mejor ni cambiará, mientras siga existiendo el capitalismo. Es absolutamente imposible respaldar iniciativas que propugnen positivos, altruistas y ambiciosos cambios, dentro de un sistema, además, económica e intrínsecamente competitivo como el nuestro. No se puede. Tampoco se puede ni se debe hablar de sostenibilidad a nivel empresarial, cuando las empresas compiten desaforadamente por algo tan insostenible como el dinero. Porque si hay algo que demuestra hasta que punto nos hemos vuelto completamente insostenibles, o nos han forzado a serlo mediante la succión del poco cerebro que nos quedaba, es en esto, en el vil y asqueroso metal. Ningún concepto puede representar más la insostenibilidad que el del dinero, pues este mismo tiene contraída una deuda para si mismo que representa el 2000% de su cantidad real. El 95% no existe, ni se encuentra respaldado por bienes o riqueza tangible de ningún tipo.


Los escalofriantes y mortecinos ojos negros del tiburón blanco, son el simil de otros tantos tiburones del mundo de la banca y las finanzas, que parecen no tener alma o espiritualidad alguna...


Si observamos este hecho, incuestionable, podremos entender mediante extrapolación, el enorme problema que tenemos encima como sociedad humana y el desafío inminente al que nos enfrentamos. Cuando equiparo este problema a una metástasis cancerígena, casi me quedo corto, pues la realidad de esta terrible enfermedad, el capitalismo, es que está devorando los recursos planetarios cómo el cáncer devora las células sanas arrasando y minando con ello la salud de un organismo. Y si el capitalismo es un asqueroso tumor que se expande merced a la especulación desaforada y la codicia de sus células sangrantes, estas, las células, no son otras que individuos humanos sin consciencia de ningún tipo y sujetos obcecados y perdidos en su propia esfera egocéntrica, egoista y autocompasiva a más no poder. Tratar por lo tanto de evadir responsabilidades con los tiempos que corren, con la abyecta e insultante realidad que nos rodea por todas partes, con la información no sólo escrita o virtual, sino ya visual y descarnada es, además, un acto sumamente ruin y condenable. 


El 24,6 % de los españoles están ya afectados por la miseria. Un 0,1 %, frecuentemente de la clase política, les ha condenado a esta situación.


Y en este país de mierda, porque es un país de mierda, que nadie lo dude, aún hay cientos de miles que prefieren darle la espalda a esta realidad, escudados en la suya propia y enfermiza, demostrando también una estupidez cáustica y recalcitrante que cabalga a lomos de una incierta seguridad material y económica por un campo de inseguridad vital y pobreza espiritual que ensombrece sus parcas existencias de droides cuasi clónicos. Estos robots biológicos, por llamarlos de alguna manera, aún conforman una clase media que se tambalea y está a punto de fenecer, aunque todavía no lo sepa, y alimenta su vacío existencial consumiendo lo que la monstruosa maquinaria sistémica le ofrece en esta huida hacia delante: más consumo, falsos alientos de esperanza y sobretodo mucho fútbol. Eso, que no falte. La decadencia social que ofrece el vulgo aún no se ve a las claras, disimulada y oculta como está, pero se percibe en la parsimoniosa procesión de despreocupados ciudadanos que recorren las calles e inundan las terrazas. La pobreza interior radica en esta somática y aparente tranquilidad de burbuja. Una atomización perfecta de la conciencia, que hace prácticamente imposible el cambio.


Sólo unos pocos miles de manifestantes, cuando debieran ser millones, se han manifestado estos días atrás en Neptuno. El resto sigue poblando las calles con absoluta pasividad y resignación consumada.


España, con un gobierno fascista y profundamente subnormal a la cabeza, ya se ha vendido. No se sabe si a la mafia política, a los mercados financieros, al ya denominado por algunos IV Reich alemán, al Fondo Monetario Internacional, al Club Bilderberg o a los dictados de la ingeniería social más infrahumana, pero se ha vendido. La aceptación o resignación social de la idea que se tiene de este país como terreno abonado para el robo, la especulación financiera y la oportunidad de enrriquecimiento rápido y fraudulento, ha calado bien hondo en el subconsciente colectivo. Lo mismo ocurre en Italia, corroída hasta el tuétano por la Cosa Nostra, la Camorra y la Mafia, en el empobrecido y sufrido Portugal o en el violento y agitado secarral griego subastado por los tecnócratas de la banca. Da lo mismo. Mientras las sociedades del sur se desintegran, las del norte se congelan y trabajan obedientes y esclavizadas para mantener el timón de unos acontecimientos ya dirigidos por la oligarquía que sigue trabajando en la sombra.




Fuera de Europa, el caos del mundo. Un imperio sionista en las postrimerías de su vida, a punto de cometer una locura en un Oriente Medio islámico desdibujado por la guerra y la sangre. Gigantes asiáticos superpoblados, contaminados y capitalistas hasta decir basta, con un monstruo Chino a la cabeza caracterizado por la podredumbre de su medio ambiente, una sociedad esclava y enferma, la represión policial y la censura. Otro gigante, África, hundido en la miseria, tierra de hambrientos y pobrecitos de solemnidad, así como paciente estercolero industrial del mundo occidental. Ámerica latina, estrangulada por el narcotráfico y los conflictos sociales, atenazada por el desfalco de multinacionales que campan a sus anchas en esta tierra destinada desde siempre al expolio masivo... Nadie parece librarse de esta olla a presión que reventará en cualquier momento. Escapar a Siberia, Canadá o Nueva Zelanda tampoco solucionaría nada. Tal vez sí, en alguna isla perdida del Pacífico. Si algo ha conseguido esta infame globalización económica de unos pocos, ha sido el levantar del telón de la miseria de las mayorías. Ya lo dijo el pasado martes en París el Comité del Patrimonio Mundial, que reconoció oficialmente la brecha entre ricos y pobres como la "Octava maravilla del Mundo".


 Este fue el comentario de Lloyd Blankfein, presidente sionista y usurero de Goldman Sachs, acerca de la declaración: "Es imponente, después de todo lo que hemos pasado en los últimos años, no hay mayor privilegio que verla crecer más y más cada día (la brecha). Puede que haya unos cuantos detractores que se preocupen por que, de hacerse más grande, el conjunto se venga abajo, dejando atrapadas debajo a millones de personas, pero yo por mí estoy dispuesto a correr ese riesgo...además, algo me dice que yo, probablemente, saldría bien parado"


Sólo un idiota mantendría la esperanza de un mundo mejor ante semejante panorama y semejante declaración de este gusano de la Sinarquía Financiera Internacional. Casi nadie sabe que esta gentuza planea reducir de forma drástica la población y ya lo están haciendo. En este país, desgraciadamente, aún hay muchos que confian ciegamente en lo que les cuentan los falsos medios de comunicación: Que saldremos de la crisis. Mi pregunta va para ellos: ¿Qué crisis, la española o la sistémica y mundial, ambas provocadas? No hace falta que respondan. Son doblemente idiotas, por supuesto, y no se enteran de nada.

1 comentario:

  1. La situación actual es de muy dificil remedio por no decir de imposible solución. No toda la culpa la tiene la mafia política y económica sino también como bien dices el pobrecito y machacado ciudadano medio, victima de todos sus desmanes, también culpable por tener ya dentro de si mismo el capitalismo, como una enfermedad que nos está matando poco a poco. De ahí que la gran mayoría silenciosa no quiera ver esta terrible realidad, simplemente no quiere verla, quiere consolarse con las pachotadas que les suelta la escoria dirigente, aunque sepa que son mentiras. Solo reaccionan los realmente pobres, los que ya nada tienen que perder excepto la vida.

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