miércoles, 11 de diciembre de 2013

Arturo Pérez-Reverte, el hombre

Por azar o por inconsciente y rabiosa búsqueda de la verdad, me he ido a topar hoy con uno de los escritores más prolíficos y brillantes de este pútrido país y de nuestro tiránico y globalizado mundo. Es además aquél al que probablemente más admiro, por su fuerza narrativa cuando destila realismo sucio por los cuatro costados, por su sensatez y mala uva a la hora de describir a la infame sociedad compuesta por hombres derrotados que nos rodea por doquier o, por su clarividencia, cuando de destripar razonadamente se trata, a la sucia, hipócrita, vil e ilustre degeneración de delincuentes y facinerosos que dicen gobernar para el pueblo, pero sólo lo hacen para sus bolsillos, en un ejercicio de insano y maloliente ego enmarcado en la peor de las dictaduras.

Una dictadura virtual pero cada vez más corpórea, que engaña con descaro y alevosía disfrazándose de burda democracia. Democracia que reside en los mercados y en la macroeconomía de la bolsa y los rapaces de altos vuelos que sé nutren de su fruto especulativo arrasando el mundo . Democracia que convierte a los hombres en productos que consumen y repiten, a los cuales se les extrae toda energía, inocencia y sana motivación casi desde que abandonan el biberón, para ser insertados en el programa mental y educativo, como si de meras piezas se tratase, en este implacable y monstruoso sistema regido por la única ley del capital, la usura y el beneficio. Democracia, al fin y al cabo, que ni está pero ya tampoco y cada vez menos, se la espera.




Pérez-Reverte y Jordi Évole, dos grandes del periodismo libre cara a cara


Este escritor es Arturo Perez Reverte, un hombre de verdad, arriesgado trotamundos, y escritor sin igual. Un tipo que, sin pelos en la lengua, llevaba avisando de la actual amenaza que se cierne sobre la humanidad, desde finales de los ya lejanos años 90. Un francotirador del sistema imperante. Un señor que llamó a los 5 millones y medio de parados "Cinco millones y medio de cobardes" (con toda la razón del mundo), capaz de ver la viga en ojo propio en un ejercicio de dura introspección de las miserias y la zafiedad del pueblo español, y que no duda en culpabilizar también a éste, de sus propias penurias y de su propio infortunio. Un señor que tiene mi más absoluta admiración, no sólo por la sutil cirugía social que atesora su infinita y genial prosa, si no por las carcajadas que me provoca su lectura y en definitiva, por erigirse en adalid del raciocinio, del buen gusto y del sentido común. 

En su blog "Patente de Corso" http://www.perezreverte.com/prensa/patentes-corso/, encontraréis pequeñas joyas de su talento, pero también de ese desprecio, esa ira y ese alivio que debe de experimentar cada vez que se pone a escribir acerca de la pesadilla actual en la que de momento vivimos y pronto, sólo sobreviviremos, tanto los lúcidos de mente como aquellos que no lo son. No conozco a Pérez-Reverte en persona, pero por encima de gran escritor, que lo es, este señor lo que me parece, es persona. Y eso, ya es mucho pedir hoy en día. Siempre recordaré una frase de una buena amiga que conocí durante mi estancia en Jandía el mes pasado, que decía que "cada vez es mas difícil encontrar personas bajo tantos escombros".No la olvidaré, ya que desgraciadamente, no deja de ser cierta

Aquí, uno de sus últimos artículos:


El Perro Antisistema

Tengo la foto delante, mientras tecleo esto. Y me encanta. Ha sido tomada en una calle de Atenas, pero podría haber ocurrido en cualquier lugar de Europa; o, al menos, en no importa qué lugar de la Europa indignada, furiosa, que en los últimos tiempos, harta de tanto cuento, tanto recorte y tanta indecencia oficial, se echa a la calle, cada vez con más energía, para ajustar cuentas, o intentarlo, con la clase política y financiera: con los responsables últimos -los primeros, tampoco hay que olvidarlo, somos nosotros mismos- de la trampa siniestra en la que desde hace tiempo estamos metidos. Para escupir con dureza en la cara de esa casta desvergonzada, intocable en sus infames privilegios, que ha hecho de nuestras vidas su negocio y de Bruselas su criminal coartada.

La imagen tiene mucha fuerza. Muestra la primera línea de una manifestación violenta, de ésas con lanzamiento de piedras, barricadas y contenedores de basura incendiados. Está tomada de frente, desde el lado de la policía, abarcando el despliegue de manifestantes que se enfrentan a los antidisturbios: pañuelos cubriendo la cara, pasamontañas, cascos de motorista, sudaderas de felpa con la capucha subida. Algunos, prevenidos hasta lo profesional, llevan máscaras antigás, y al fondo tremolan algunas banderas rojas. El suelo entre ellos y los policías está alfombrado de piedras y trozos de ladrillo que acaban de volar por los aires. En realidad es una foto de guerra, pienso al mirarla. De esta otra guerra cercana, fruto natural de tantas mentiras, incompetencia, latrocinios e injusticias, que hace tiempo estalló en nuestras ciudades y corazones, y que canallas encorbatados se esfuerzan en negar, en desmentir, con sonrisas hipócritas, retórica imbécil y palabras huecas que a pocos lúcidos engañan.

Lukánikos

El perro está en esa primera línea. Es un chucho de pelaje dorado y hocico flaco, y sin duda su amo es alguno de los manifestantes que, más próximos a él, se enfrentan a los policías: no sé si el que lleva puesto un casco de motorista o el que, a la izquierda de la imagen, se mueve medio agachado con una máscara antigás ocultándole el rostro y una bandera roja recogida en la mano. El perro está casi entre ambos, también en movimiento, abiertas las patas para plantarlas con coraje en el suelo, algo adelantada una de ellas, subidas las orejas por efecto de la acción. Le ciñe el cuello algo oscuro, que parece un collar o uno de esos pañuelos perroflautas tipo John Wayne. Y mira con resuelta atención hacia donde miran los hombres que están a su lado, entreabierta la boca como para un gruñido o un ladrido de cólera. No parece asustado en absoluto por el tumulto, ni intimidado con el estruendo de los pelotazos de la policía y los gritos de los manifestantes. Está allí, valeroso, firme, corriendo leal junto a su amo, dando la cara en plena refriega como dispuesto, también él, a abalanzarse contra las barreras de la ley y el orden establecidas por los de siempre.
Uno tiene el lacrimal reacio, a estas alturas. Sin embargo, o quizá por eso, consuela comprobar que todavía hay cosas que te remueven otras cosas por dentro. La estampa de ese perro decidido, fiel, enfrentado a la policía sin abandonar a su amo en plena refriega, es una de ellas. Lo miro en la foto y, mientras sonrío, se me ocurre que quizá no esté ahí sólo por eso. A su manera, sin saberlo, puede que ese chucho también libre su propia guerra antisistema. Batiéndose no sólo por su amo, sino por sí mismo. Por sus colegas: cachorrillos regalos de Navidad que meses más tarde acabarán abandonados en una cuneta; por los perros maltratados, apaleados hasta morir por canallas sin conciencia; por los que acaban ahorcados en el monte cuando son viejos, arrojados vivos a un pozo o liquidados de un escopetazo; por los que enloquecen amarrados con dos metros de cadena o mueren de hambre y sed; por los que son sacrificados sin necesidad pudiendo salvarse; por los que nadie reclama y acaban deslizando su sombra por el corredor de la muerte; por los que infames sin escrúpulos utilizan en peleas clandestinas donde se juegan enormes cantidades de dinero; por esos perrillos drogados que, ante la pasividad de las autoridades, algunos mendigos utilizan para mover a piedad y luego se desembarazan oscuramente de ellos... Y sí. Miro la foto del perro antisistema que se enfrenta a la policía en una calle de Atenas y concluyo que tal vez también él tenga cuentas propias que ajustar. Y que todo será más noble y luminoso mientras junto a un hombre que lucha haya un buen perro valiente.    

Arturo Pérez-Reverte,  XLSemanal - 18/11/2013

2 comentarios:

  1. Respecto a tu comentario: Creo que una conciencia propia no tiene por qué ser original. Los conceptos están establecidos en la sociedad, pero saber qué coger y qué eliminar es a priori un filtro que elimina la inexactitud que nos traen los "pensamientos" y los partidos políticos al no ser sino "packs" de mentalidades.

    Respecto a esta entrada pues qué decir, genial Pérez-Reverte como siempre. Como Manolo Escobar y cuatro más...quién se preocupará de España desde un punto de visto académico cuando muera. Pocos parecen dispuestos a asumir la tarea y yo creo que ninguno estará a la altura de sus predecesores.
    Fuerza y honor, amigo.

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  2. Que decir de mi escritor favorito, una de las poquísimas personas en este país de derrotados que cuenta verdades como puños y sobre todo que no se raja en poner a cada uno en su sitio, sea cual sea. Sus entradas son la leche. Me acuerdo de su charla en salvados con Jordi Évole, pues de esas tiene unas cuantas a cual mas cojonuda. Esperemos que siga escribiendo muchos años, es de lo poco que me gusta leer. Saludos compañero y al ataque el sábado.

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